
Por Álvaro Calleja

Se cumplía el minuto 11 de la primera mitad del derbi madrileño cuando surgió una triangulación entre Fernando Torres y Luciano Galletti, lo que permitió al primero desmarcarse a la frontal del área para recibir un pase del argentino y ajustar el disparo al palo derecho de la portería del fondo sur. En ese momento el Niño se dirigió hacia la grada donde se sitúa el Frente Atlético agarrando con fuerza la camiseta que vestía desde pequeñito, demostrando que ahí estaba él y el Atlético de Madrid, un equipo y unos colores que lleva grabados con fuego en el corazón.
Torres disfrutaba, el estadio se caía, por fín todos podían celebrar el gol que anotó el jugador más odiado por los madridistas, porque había un crack que dijo no al Madrid, y eso les molesta mucho, tanto que todavía no pueden reconocer que Fernando Torres no es un paquete.
Se pudo oír a la afición rojiblanca desde todo Madrid, la celebración de ese gol superó los 100 decibelios. Mientras tanto el capitán rojiblanco seguía disfrutando desde el césped, corría sin parar, nadie le podía bajar de esa nube, veía que había hecho disfrutar a todo el Calderón, a toda la hinchada

Aunque unos minutos después, en el gol anulado a Perea, volvió a la tierra, se dio cuenta que el rival es el Real Madrid y eso significa que se juega contra 15.
3 comentarios:
Qué golazo y vaya grito. A ver si este año puede ser.
Lo disfruté hasta yo...madridista desde que nací.
Torres marcándole al Madrid...Dios...que orgasmo. No era par amenos. Que se superaran los 100 decibelios....fue algo normal...porque el gol fue el más esperado, el que todos queríamos ver...el del 9...el del corazón rojiblanco...
No se me olvidará jamás...joer...que impresionante.
PD: Lo de 15 jugadores...jejejeje. Se entiende pero no se comparte. jejeje. Un saludo Álvaro.
Ay Dios, ese momento no podía faltar en este blog. Es uno de los más emotivos de su historia atlética, parecía la personificación de la pasión. Si hubiera que ponerle una imagen a lo de "sentimiento rojiblanco", ésta se lleva todas las papeletas (por cierto, es el título de un libro de Matallanas). Veo aquellas fotos y hasta parecía sufrir, como si tanta pasión le doliera, como si estuviera descargando años de rabia y de humillaciones, gritando "¡ahora es nuestro turno!"
Era como si algún dios ya supiera que ése iba a ser su último derbi en casa, en el Calderón; y pensó que no se podía marchar sin cumplir este sueño... El pobre chico nunca tuvo suerte en los derbis: o hacía partidos discretos (por lo que le llovían palos de todo el país), o Casillas le detenía lo imparable (cuentan que fueron esos partidos los que le colgaron el sanbenito de fallón). Aquél fue uno de sus partidos más especiales. A pesar de estar en mitad de una de sus "rachitas malas", allí volvió a sacar al mejor Torres de la temporada, el capitán que marcaba goles, robaba balones, lideraba la defensa y los contrataques, luchaba hasta la extenuación, se encaraba con todocristo, embestía con rabia y con velocidad... Creo que fue el último partido en el que el Atleti jugó bien el año pasado: después de aquel momento celestial, en el que los atléticos estuvimos paseando por las nubes durante una semana ("somos los mejores", "si jugáramos así todos los partidos ganábamos la liga de largo", "dónde estaríamos si Maxi y Petrov no se hubiesen lesionado"...), el equipo entró en una cuesta abajo de la que ya no salió. Cada palo y desengaño era peor que el anterior: la derrota contra la Real Sociedad (el colista), aquel humillante 0-6 contra el Barcelona, la derrota contra el Celta (que nos dejó fuera de la UEFA en la penúltima jornada...)
Hace daño ver aquellas fotos, y pensar que, apenas cinco meses después, nos quedamos sin nuestro capitán; que ya nunca levantará un trofeo con nosotros; que ya no volverá a jugar otro derbi en el Calderón, ni volverá a celebrar un gol con tanta rabia (bueno, creo que cuando marque el gol de la final del Mundial o de la Eurocopa, o de la Champions, a lo mejor...)
Me hubiera encantado haber estado aquella noche en el Calderón. Lo echaron por la Sexta, pero yo no pude verlo, porque estaba de viaje. De todas maneras, no me esperaba nada bueno del partido, viendo los antecedentes. Al día siguiente, apenas enciendo la tele, vuelvo la cabeza para ver las noticias, y lo primero con que me topo es con una imagen congelada de Torres corriendo como un loco, apretando la camiseta con los puños, y con el rostro deformado por la rabia y por el orgullo. Una estampa de gloria y leyenda. Tardé unos segundos en darme cuenta de lo que había pasado. La alegría me duró una semana.
Publicar un comentario