
Comenzaba la primavera del 2004, y todo parecía sonreírle a Fernando Torres. Era la temporada de los “casi 20 goles”; y la prensa todavía veía en El Niño el futuro del fútbol español. El Atleti seguía sufriendo para afianzar su plaza en UEFA; pero todos dábamos por seguro que, al año siguiente, Torres comenzaría a cabalgar por los campos europeos, y el club estaría más cerca de recuperar su grandeza. Y por si fuera poco, a la vuelta de la esquina esperaba la Eurocopa de Portugal: la ilusión de volver a vivir momentos mágicos con la Selección, pero esta vez con la Absoluta, en un campeonato de una trascendencia mucho mayor.
Claro que Torres no lo tendría fácil para jugar minutos. Raúl y Morientes formaban la pareja atacante titular de la Selección, indiscutible para Sáez; y en aquellos momentos, había numerosos goleadores españoles disputando la plaza del tercer delantero: Tamudo, Mista, Salva Ballesta… Torres había debutado con los mayores en aquella misma temporada, pero no se puede decir que hubiera tenido mucha suerte en sus primeros partidos: lesiones, pocos minutos, marcajes duros, ningún gol y un penalti fallado. Le quedaba una oportunidad para terminar de convencer a Sáez: el último amistoso antes de la Eurocopa, el 28 de Abril; ni más ni menos que contra Italia. La Selección más temida de Europa, no tanto por sus cuatro Mundiales, como por sus métodos.
Una Italia que, además, jugaría en su feudo: el Luigi Ferraris, el mítico estadio genovés donde la Sampdoria vivió sus años de oro. Génova era la Ciudad Cultural Europea de aquel año; y además, la supuesta patria de Cristóbal Colón era el mejor símbolo del maridaje histórico entre España, Italia y América.
Aquel amistoso tenía el morbo tradicional de todos los encuentros entre Italia y España. Eran partidos muy intensos y duros, en los que se enfrentaban dos estilos de juego diferentes, y las dos Ligas mejor reputadas del planeta (La Premier todavía no entraba en liza). Pero aquel partido resultaba especialmente emotivo, porque fue planteado como el homenaje- despedida de Roberto Baggio, el jugador más querido del país, el último Balón de Oro italiano (entonces), y uno de los genios del fútbol mundial. Para los desmemoriados como yo: Baggio era ese italiano con coleta que nos eliminó del Mundial del 94 (y que luego falló en la tanda de penaltis de la final). Había pasado tiempo desde entonces: Baggio ya contaba con 37 años, y había anunciado que colgaría las botas al finalizar esa temporada. Aquel homenaje era una especie de descargo de culpa, ya que había estado apartado de la Selección durante cinco años, en contra de los deseos de muchos italianos, con independencia de sus méritos y su estado de forma. Trapattoni en particular, lo dejó fuera del Mundial de Corea, a pesar de su buena temporada. Ahora, Baggio regresaba a la “Azurra”, pero sólo para despedirse de ella.

Los días previos al partido, los vivimos como acostumbramos en España. Al Deportivo de la Coruña no le hizo mucha gracia que tres de sus jugadores (Valerón, Manuel Pablo y César) se jugaran sus tobillos en un amistoso, cuando tenían una vuelta de semifinales de Champions tras la esquina. Si lo que ocurrió el año pasado antes del partido de Lientchestein nos pareció que rozaba la paranoia, tendríamos que recordar el racaneo del Real Madrid y el Valencia, entonces los principales aspirantes al título de la Liga, con los minutos de sus jugadores. ¡No fuera que Sáez les hiciera jugar más tiempo, para cansarlos de cara al fin de semana!. Por otra parte, no faltaban las polémicas por los que no eran convocados. Joaquín, que pasaba por un mal momento de forma, volvió a quedarse fuera de la lista; la gente pedía una oportunidad para Mista; y nadie entendía por qué Reyes, el “Spanish Boy” de moda por entonces, no se encontraba entre los convocados. También dio que hablar la obsesión de Sáez por Raúl Bravo.
Sin embargo, se trataba de la última oportunidad de Sáez para hacer pruebas y experimentos. En esta ocasión, el principal objetivo era ver cómo funcionaban Xavi y Xabi Alonso en el centro del campo, de corte más organizador y creativo que Albelda y Baraja. Sáez también tendría la oportunidad de experimentar con los dos debutantes, Manuel Pablo y Luis García, que entonces jugaba de extremo en el Barcelona. Sin embargo, a Litle Luis parecía perseguirle el mismo duende que a Torres este año: y una lesión en el último partido le impidió debutar con la Roja, tal como le había pasado en una convocatoria anterior, cuando jugaba en el Atleti. A Joaquín le cayó del cielo, a última hora, una oportunidad de oro para reivindicarse como el extremo de la Selección. No obstante, la novedad que causaba más expectación, era la pareja Valerón- Torres, como alternativa a los clásicos Raúl y Morientes. Los dos no habían jugado juntos nunca; pero se intuía que el Mago de los pases al hueco encontraría un complemento ideal en la velocidad y los movimientos de El Niño. De hecho, una de las reivindicaciones de la prensa por entonces, era el tridente Valerón- Raúl- Torres. Pero no corrían buenos tiempos para los tridentes.
En cuanto Italia, aquel mismo fin de semana se disputaría un emocionante Roma Milán, en el que los dos equipos se jugaban el Scudetto; así que es fácil imaginar que el amistoso pasó un tanto desapercibido. La Roma y el Milán se negaron a ceder a sus jugadores, a los que se unieron los lesionados de otros equipos; por lo que Trapattoni tuvo que elaborar su lista sin poder contar con la mitad de los hombres que quería llevarse a Portugal. Una “Italia B”, como dijo el Marca. Gente como Totti, Nesta, Gatusso, Inzaghi… se quedaron fuera. Sin embargo, siempre era interesante un partido en el que se enfrentaban los dos mejores porteros del Mundo, Buffon y Casillas. El once que sacó Italia me recuerda un poco al que ganó el Mundial dos años después, con Cannavaro y Materazzi de centrales, y Pirlo en el centro del campo. La presencia inicial de Baggio era obligatoria en su fiesta: saldría con su mítico 10 a la espalda, por detrás de Vieri… Uno de los últimos grandes goleadores del Atlético se iba a enfrentar con su sucesor.
Finalmente, llegó el día 28; y llegaron las 9 de la noche. El Marasi, con capacidad para 40. 000 personas, estaba lleno de italianitos vestidos con la “magglia Azzura”, y el 10 a la espalda. La Selección tuvo una acogida cálida y emotiva, ya que el público italiano recibió con aplausos el himno español, en homenaje a las víctimas de los atentados de Madrid. Pero el momento más emotivo no podía ser otro que en el que Baggio, como corresponde al homenajeado, dio el primer toque al balón.
Sáez había sacado a su once habitual, con la novedad de Xabi Alonso formando pareja con Albelda. Y el comienzo de España no pudo ser más esperanzador. El centro del campo funcionaba a las mil maravillas, anulando a Pirlo y a Perrotta, robando y controlando el balón, tocando para desquiciar, haciendo jugar al equipo con inteligencia, y moviendo hacia las bandas cuando era necesario. Xabi Alonso defendió bien su candidatura a ser el futuro cerebro de la Selección. Las oportunidades no tardaron el llegar: en el minuto 4, Raúl se quedó solo frente a Buffon; y en el 8, Helguera marcó después de una serie de rechaces, aunque el árbitro inglés, en una decisión muy polémica, anuló el gol por fuera de juego de Salgado.
Italia había salido con las clásicas instrucciones de atrincherarse en su campo, salir de él lo estrictamente necesario, y presentar una lucha y una dureza que casaban poco con la palabra “amistoso”. Tras 10 minutos de avalanchas españolas, llegó la reacción, e Italia comenzó a enseñar sus dientes. Baggio quiso reivindicarse en su despedida, y casi todas las llegadas con peligro de sus compañeros nacieron de sus botas, como un pase a Perrotta, poco después del gol anulado, que no fue gol porque Raúl Bravo acertó a despejar.
Sin embargo, el dominio del partido era español; y ocasiones no nos faltaron, como un disparo de Morientes que detuvo Cannavaro (min. 33), y un centro de Raúl en el min. 40. Los dos delanteros se alternaban en las tareas de dar el último pase y de finalizar la jugada; sus combinaciones eran interesantes, aunque se acusó a Raúl de no asistir lo suficiente a su compañero. Por parte de Italia, todo el Marasi estuvo a punto de venirse abajo cuando Baggio cabeceó un pase de Pirlo; pero Il Codino no pudo convertirse en héroe esta vez.
Llegó la segunda parte, y los entrenadores decidieron probar sus experimentos y alternativas. Xavi tomó la batuta, Joaquín salió a reivindicarse, y, por fin, llegaba el turno de la pareja Valerón- Torres.
Y la conexión mágica que muchos habían intuido no se hará esperar.
A los pocos minutos de comenzar la segunda parte, Valerón coló un balón en profundidad, haciéndolo pasar entre dos defensas italianos; y El Niño se movió con inteligencia, se desmarcó con velocidad, y disparó con una definición impecable, cruzándola rasita, ajustada al segundo palo. Que el portero no fuera Buffon, sino su suplente Peruzzi, no deja de quitarle magia al momento. Un periodista del As sugirió que los dioses del fútbol permitieron que fallara aquel penalti contra Ucrania, porque deseaban que su estreno viniera contra un grande. Y el mismo Torres declaró, después del partido, que había pocas cosas tan bonitas como marcarle a Italia en su propia casa.

El partido se hizo más abierto, más de ida y vuelta. Sin embargo, España estaba ganando profundidad en su juego. Xavi se mostraba como otro magnífico director de orquesta; Joaquín supo aprovechar su oportunidad, y Torres y Valerón se hicieron brillar mutuamente. Valerón se benefició de la movilidad de El Niño para descubrir más huecos imposibles; y Torres se aprovechó del Flaco para dar un recital de desmarque y velocidad. De hecho, estuvo a punto de llevarse un doblete y dar la victoria a España. Provocó un posible penalti, que el árbitro no pitó; y a los pocos minutos del empate, empalmó una volea (a pase de Valerón, claro), que no fue gol porque Peruzzi esta vez no se dejó engañar y permaneció de pie, para detenerla por alto.
Por parte de Italia, amenazaba con uno de sus típicos contraataques letales; pero aquel día los dioses del fútbol se olvidaron que eran azzurros, y aquello terminó en tablas. 10 minutos antes del final, Trapattoni retiró a Baggio, para que se despidiera definitivamente de la Azzura recibiendo en solitario la ovación del público. En la ovación también participaron los jugadores españoles; y también aplaudió El Niño que acababa de hacerse mayor en Génova. No deja de resultar escalofriante el pensar que Torres se estrenara ante los ojos de un histórico del fútbol, minutos antes de su retirada.
Al día siguiente, todos los periódicos destacaron las buenas sensaciones que había dejado España, y la brillante conexión Valerón- Torres. El Niño había tenido un estreno que presagiaba un futuro de leyenda; y si España mantenía ese nivel de juego, podría llegar muy lejos a en la Eurocopa. Sin embargo, ya sabemos cómo se torcieron las cosas poco después. La Selección mostró un juego plano y sin recursos, y cayó de manera vergonzosa ante Portugal, no pasando ni siquiera de la primera fase. Sáez parecía reacio a sacar a esos jóvenes creadores que tanto habían impresionado ante Italia; pero cuando les dio la oportunidad, en el partido más decisivo, no supieron estar a la altura. A Torres, que apenas volvería a jugar más con Valerón, le faltaron esa chispa y ese gol de los que tanto había hecho gala en la temporada. Y desde entonces, carga con el estigma de haber sido la gran apuesta española en Portugal, que terminó defraudando.
Y a pesar de aquel comienzo tan prometedor, su suerte no mejoró con la Roja. Entre lesiones y malos momentos de forma, ha jugado pocos minutos, y no ha logrado asentarse como el 9 titular de España. En cuatro años, los momentos en que ha brillado son contados: aquel amistoso contra Italia, el doblete salvador de Bruselas, el hat trick en San Marino, aquel golazo antológico ante Croacia, y esa mágica fase final del Mundial. No ha sido suficiente para ganarse la confianza de los españoles, que comenzaron a abuchearle cuando saltaba al campo con la roja, y a murmurar cada vez que era convocado: se le ha acusado de diluirse con la Selección, de no haber demostrado nada, de no encajar en su juego, de ser un enchufado del Seleccionador.
Han pasado cuatro años. Torres ha vuelto a dejar buenas vibraciones en la fase final de la Eurocopa; pero también la sensación de que su mejor partido está por llegar. Dentro de unas horas, volverá a enfrentarse contra Italia; pero esta vez, sí hay algo en juego. Sobre él y los suyos pesan demasiados fantasmas del pasado, urgencias de la historia, millones de ilusiones. Lo único que aligera ese peso es la sensación de que no hay nada que perder: caer ante los Campeones del Mundo, o hacer historia en el fútbol español. Hasta entonces, esperemos que la buena estrella de Torres con los equipos italianos vuelva a brillar. Ojalá sigamos viéndolo junto a Villa una semana más.
"¿Puedo llevar el 14?” Mi número de siempre por primera vez. Presentí que el gol estaba al caer. Y así fue. Los veteranos me dejaron escoger el que había sido mi dorsal de la suerte. Necesitaba sacarme la espina del gol. Los delanteros vivimos de marcar y pasaban los partidos y no lograba estrenarme. Salí en el segundo tiempo y Valerón me metió un balón como sólo él sabe hacerlo. Le pegué con el alma. ¡Goooool! Por fin. No salí contento porque a pesar de marcar, me fui con la sensación de que podía haber hecho más goles.
Aquí unas declaraciones a la Cadena Ser, después del partido, que no sé si colgaré bien:
PD. Hay una toma del gol que se repite en muchas recopilaciones de goles de Torres en su época del Atleti. Pero todavía no he podido encontrar un vídeo con el gol en solitario. Pude haberla recortado, pero temía tocar aún más la calidad de los vídeos colgados en Internet. De momento, os dejo esto aquí (y de paso, recordemos que Torres ya marcaba golazos en la Liga española)
2 comentarios:
Es un privilegio que escribas en el blog, que nivel!!! gracias por documentarnos... y mañana A POR ELLOS!! Saludos.
Pido a los usuarios que no sea yo solo el que solicite a Tapadillo que dé más de vez en cuando al botón de 'Nueva entrada' y nos haga disfrutar con sus 'sábanas' como ella dice.
Muchas gracias por tu texto, enorme, pero de grandeza, de lujo.
Publicar un comentario