miércoles, 8 de octubre de 2008

Conejitos de duracell


Noticia de ABC.es


Torres se ha convertido en un inquilino tan habitual de los grandes titulares deportivos de la prensa británica que ya casi ni le saludan cuando se produce un acontecimiento como lo que tuvo lugar el domingo. Lo que ocurrió en el City Stadium de Manchester es conocido, pero vale la pena recordarlo: el delantero español, con dos tantos de goleador de raza, rescató al Liverpool de una derrota casi segura. Y un rebote a un nuevo remate suyo lo recogió Kuyt, en el último suspiro, para cazar una victoria que pone a su equipo, por primera vez en mucho tiempo, al frente de la clasificación. Y, sin embargo, ninguno de los grandes diarios británicos sacaba los pies del tiesto. No es un reproche. Al contrario: que Torres vuelva a ser la figura de su equipo ya casi no es noticia en Inglaterra. La nueva estrella de la Premier vive en el reconocimiento permanente. No es necesario subrayarlo a cada ocasión.


En sus tiempos en el Atlético, la de goleador no era la faceta que distinguía a quien, para mí, se ha convertido en el mejor futbolista español y uno de los mejores del mundo. Torres parece haber nacido para el fútbol inglés. Aquí, además de meter goles, debía ocuparse de muchas otras tareas: enviado a tierra de nadie, con todos sus compañeros apelotonados tras la raya de medio campo, un delantero español se ve obligado a buscarse la vida con excesiva frecuencia. En Inglaterra, el equipo ataca en oleadas, de forma masiva, y el striker está para eso, para golpear. Muchos de los goles de Torres son de fabricación propia, pero, en estos momentos, lo que distingue al delantero del Liverpool es su instinto depredador en las áreas rivales.


De este Liverpool, los cronistas ingleses destacan otra virtud: ha trasladado a la Liga su legendaria capacidad para remontar resultados en las competiciones coperas (el vuelco en la final europea de Estambul frente al Milán es el más importante, pero no el único que se recuerda estos días en Londres). Y es que los jugadores del Liverpool de Benítez son, según expresión del entrenador del Marsella, Eric Gerets, como «los conejitos de Duracell». Nunca paran.

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