Nosotros, que somos de Torres, somos de Torres desde hace muchísimo tiempo. Ya no sabemos muy bien desde cuándo somos de Torres, la verdad, porque tenemos la sensación de que Torres, que sólo tiene 27 años aunque tenga aplomo de ministro de transportes o de cirujano jefe, lleva con nosotros toda la vida. Y en el fondo casi es así, que Torres lleva con nosotros 11 años de profesional y unos cuantos más antes de serlo, saliendo cada día de la semana en los periódicos, cada dos días en las teles, cada media hora en las conversaciones de bar y cada fin de semana en nuestros brindis nocturnos, cuando toca acordarse de lo importante.
Nosotros, que somos de Torres, empezamos a ser de Torres en diferentes momentos. Algunos nos hicimos de Torres cuando vimos un chaval con pecas y el pelo a tazón que, banderín en mano, cumplía en partidos de fútbol 7 con los rituales de los capitanes de brazalete verde sobre camiseta de algodón de nuestra infancia. Otros se hicieron de Torres al verle liderar la selección sub-16 en aquel Europeo de 2001, marcando en la final y siendo el mejor jugador del torneo; otros, al verle liderar la selección sub-19 en aquel Europeo de 2002, marcando en la final y siendo el mejor jugador del torneo; otros, más tardíos, se hicieron de Torres al verle marcar el gol de la final de la Eurocopa de 2008, aquél gol picando el balón sobre el portero a pase de Xavi que todos hemos visto mil veces y podemos ver otras cien mil, aquél remate fino dejando atrás a su marcador en un derroche de potencia y clase que, aún cerrando los ojos, podemos describir a la perfección. Algunos se hicieron de Torres en aquel partido al que llegaba cuestionado, como no, y en el que terminó siendo el mejor jugador de la final, dando a España con su gol su primer título importante. Nosotros, que somos de Torres, sentimos especialmente nuestro ese título que marcaba el triunfo de un estilo y de un grupo, de un equipo cuestionado por enfrentamientos cainitas, el triunfo de un entrenador cercano, Luis Aragonés, al que la prensa había linchado durante meses por no cumplir con las expectativas oficialistas y apostar por ser él mismo, sin plegarse a lo que hubiera sido más fácil. Ese mismo año, el de la Eurocopa, hace sólo tres años y pico, Torres había destrozado todos los registros de un debutante en la historia del Liverpool y de la Premier, había recogido premios y marcado goles, había desembarcado en una ciudad sabia en fútbol con el aura de un mesías y había conseguido que nosotros, los de Torres, fuéramos aún más numerosos y aún más orgullosos. Eso sí, no nos hicimos de Torres por ninguna de las cosas descritas en este párrafo, por ninguna de ellas, no.
Nosotros, que somos de Torres, no nos hicimos de Torres por ser un jugador de fútbol extraordinario ni una estrella mundial. Lo que nos hizo hacernos de Torres no fueron sus goles en remates acrobáticos de esos que cuando los mete otro son históricos y sale repetidos en los telediarios pero cuando los mete Torres no, ni su facilidad por clavar en el suelo centrales experimentados con regates imprevisibles, no, no fue eso lo que nos hizo ser de Torres. No nos hicimos de Torres por sus diagonales y galopadas, por sus remates de exterior como aquél de Mallorca, por la espuela ante el Alavés o el puñado de goles increíbles ante el Barça. No nos hicimos de Torres por el gol ante el Betis a pase de Jorge Larena, ni por el gol a Bélgica a pase de Reyes, que tiene guasa la cosa. No nos hicimos de Torres por su clase, su zancada o su enorme repertorio de remates, ni por su decisión a la hora de fajarse con defensas corpulentos sin miedo ni complejos. No nos hicimos de Torres porque fuera mejor goleador español de Primera División dos años seguidos a pesar de jugar en un equipo con jugadores muy por debajo de su calidad y méritos, no. Todo eso son razones suficientes para ser de Torres, sí, pero entonces quizás haya unos pocos jugadores enormes de los que también podríamos ser si fuera sólo por eso. Pero no, no, no fue eso lo que nos hizo hacernos de Torres a nosotros, nosotros, que somos de Torres.
Nosotros, que somos de Torres, tampoco nos hicimos de Torres por llevar la contraria, aunque, no vamos a negarlo, eso ayuda. Ayudó para hacernos de Torres el ver que, desde el principio de su carrera, se le comparaba con jugadores inferiores con camisetas más populares, se subrayaban sus defectos, se magnificaban sus fallos. No nos hicimos de Torres por la rabia que nos daba ver que cada racha de cinco partidos sin marcar se convirtiera en noticia generadora de comentarios jocosos mientras que otros jugadores, depositarios de una fracción mínima de talento de Torres, fueran ensalzados tras meter dos goles a un Segunda B rematando cómodos un balón en el área pequeña. Ayudaron para hacernos de Torres, no lo vamos a negar, las críticas constantes, los deseos de muchos de verle fracasar, la comparación con jugadores de su misma edad y currículum pigmeo tras cinco buenos partidos de estos y una mala racha de Torres. Ayudó el ver cómo se cuestionaba constantemente a un jugador que en otro país sería ídolo nacional, ayudó el ver cómo los medios deseaban una pronta recuperación a compañeros de demarcación en la selección mientras que afirmaban sin reparo que Torres, con una lesión incómoda y sólo veinticinco años, probablemente no volvería a ser el mismo, probablemente tendría que renunciar a su juego de siempre. Ayudan para ser más de Torres las críticas a ciegas, las reflexiones sobre momentos de forma que vienen de gente que obviamente no ve los partidos de Torres, esas afirmaciones audaces de ignorantes y forofos que destilan un odio que únicamente puede tener un origen. Todo eso ayuda a ser de Torres, sí, ayuda, pero no es por eso por lo que somos de Torres, tampoco es por eso, no.
Nosotros, que somos de Torres, vimos con rabia y con pena pero también con comprensión cómo Torres se iba al Liverpool. Nosotros, que somos de Torres, nos quedamos sin faro ni guía y con un poco de angustia, tanto por nosotros, que somos de Torres, como por el propio Torres. Torres se fue a Liverpool por una millonada, con todos los focos sobre él, de la mano de un entrenador que fiaba a Torres todo el crédito de un equipo con un historial impresionante. Cuando Torres fue a Liverpool nosotros, que somos de Torres, entramos en los foros de los aficionados de su nuevo club y contestamos a las dudas, a las suposiciones, a los prejuicios. Entramos, eso sí, sin miedo porque nosotros, que somos de Torres, teníamos ya entonces una fe ilimitada en sus posibilidades y en su talento, pero sobre todo en su compromiso y capacidad de trabajar para el equipo. Va una estrella, sí, dijimos, pero sobre todo va uno más del equipo, el que más corre, el que más busca, el que aprieta más los dientes cuando el resto de compañeros bajan los brazos. Torres, que hizo lo que todos sabíamos que iba a hacer, se convirtió en el ídolo de un estadio experto en pocos meses, rompió récords, trajo el orgullo y la esperanza. Tardó poco en hacerse uno más, en dar su primera rueda de prensa en inglés, en identificarse plenamente con una de las gradas con más historia del fútbol. Nosotros, que somos de Torres, fuimos a Liverpool y nos quedamos asombrados de la devoción que despertaba, aunque luego vimos que sólo se le juzgaba con justicia, justo lo que no se hizo aquí. Gracias a Torres los aficionados del Liverpool, a los que siempre estaremos agradecidos, nos recibieron con los brazos abiertos y la complicidad del que sabe, como uno, que tiene la suerte de ver cada domingo a un fenómeno que juega al fútbol como un ángel y lo vive como un aficionado. Nosotros, que somos de Torres, disfrutamos esa época aunque Torres no jugara en nuestro equipo y siempre tendremos un recuerdo especial para la gente del Liverpool, los que tan bien nos trataron por ser ellos también, como nosotros, de Torres. Pero, eso sí, no es por sus números en Liverpool ni por su salto a la condición de estrella de la Premier por lo que somos de Torres, no, nosotros no.
Nosotros, que somos de Torres, vimos con cierto asombro y también con cierto extraño alivio cómo Torres se iba del Liverpool. El equipo perdía elementos importantes y no parecía levantar cabeza, el tiempo pasaba y el futuro perdía color rojo. Por culpa del fútbol moderno y los inversores extranjeros, por culpa de los proyectos a medio y largo plazo, por culpa de los insuficientes proyectos a corto plazo, Torres decidió irse del Liverpool para buscar un club que ofreciera estabilidad en la parte alta de la clasificación y en la Liga de Campeones, una competición que alguien como Torres no puede ver por la tele. Nosotros, que somos de Torres, lo sentimos por sus seguidores en Liverpool, tan fieles a Torres y tan amables con nosotros, que somos de Torres, porque entendimos que a Torres no le quedaban muchas opciones. Lo sentimos por ellos pero comprendimos lo que empujaba a Torres a cambiar de aires, cruzamos los dedos pidiendo que hubiera acertado, que el equipo fuera lo que necesitaba; que los compañeros le recibieran como uno más y no como la estrella que venía a hacerles sombra, que le dieran balones y no se jugaran todo ellos por no engordar la leyenda del que venía con vitola de estrella mundial. Las cosas, por ahora, no han ido todo lo bien que nos habría gustado. Torres llegó a un equipo en cambio, con un estilo de juego que le va poco, en el que los espacios no abundan y las ocasiones escasean. Torres se encontró en un equipo que transmitía la sensación de estar formado por clanes, con figuras asentadas que deciden lo que ocurre, que no quieren competencia en las alineaciones titulares ni en las fotos de la tienda oficial.
Nosotros, que somos de Torres, hemos visto que Torres lo ha pasado mal en el Chelsea, mientras era mirado con lupa por todo el mundo dado el precio del traspaso; Torres ha marcado pocos goles, se le ha visto incómodo en el campo, poco integrado en un sistema de juego que no es el ideal para sus extraordinarias condiciones. Aún así, Torres ha ido cambiando, se ha ido adaptando. Tras una buena racha de cuatro goles en seis partidos, Torres fue al banquillo en una decisión que no se entiende si no es por la presión que algunos jugadores ejercen sobre el entrenador. Últimamente nosotros, que somos de Torres y hemos visto casi todos los partidos que ha jugado en su carrera, vemos bien a Torres, jugando más de centrocampista de delantero, más de pasador que rematador, más de portor que de trapecista estrella, como ya le pasara en algún momento del pasado. Aún así, Torres no está marcando todo lo que debería, no tiene muchas ocasiones y, en las que le llegan, tampoco tiene ese punto de suerte que lleva al balón un poco más abajo del larguero, un poco más a la izquierda de un poste. Y mientras nosotros, que somos de Torres, vemos las críticas que vienen de gente que no ve ni un partido, que confunde fútbol con goles, que concibe este como una colección de resúmenes de domingo por la noche y no como una sucesión de partidos completos, vemos cómo estos hacen risitas y chascarrillos y pretenden hacer sangre comparando a Torres con jugadores de equipos que juegan con menos presión y más ocasiones, con situaciones incomparables. Pero eso ya sabemos que está ahí porque siempre lo ha estado, lo sabemos bien desde hace tiempo, lo sabemos nosotros, que somos de Torres, y no es la responsabilidad de defender a Torres de las críticas lo que nos hace ser de Torres, tampoco es eso.
Porque a nosotros, que somos de Torres, lo que nos hizo ser de Torres fueron cosas más sencillas y en los días que corren, mucho menos habituales que un gol por la escuadra o un anuncio en Thailandia. Lo que nos hizo ser de Torres fueron carreras para presionar a un rival mientras el resto del equipo se desentendía de la responsabilidad, fue la sensación de que en el campo había uno de los nuestros, tan del Atleti como nosotros, tan de los nuestros como los nuestros. Nos hicimos más de Torres cuando le vimos tan destrozado como nosotros tras un cero seis que no dibujó ni una cara de disgusto en la mayoría de jugadores que por aquél entonces faltaban al respeto a las rayas rojiblancas, porque era el único jugador que hacía a los niños que iban al estadio estar orgullosos de la camiseta maltratada por el club, la camiseta que todos pedimos a los Reyes Magos en cuanto tuvimos la ocasión. Nos hizo hacernos de Torres ver cómo dejaba claro una y otra vez que su sitio estaba entre nosotros aunque no jugase aquí, que Torres, como nosotros, era del Atleti por delante de cualquier otra cosa, que nunca se iría al equipo al que ninguno de nosotros se iría nunca a pesar de que esa frase le iba a pesar como una losa a ojos de la prensa y de la afición más forofa e irracional. Nos hicimos muy de Torres cada vez que le escuchamos hablar, siempre respetuoso con rivales y compañeros, siempre humilde a pesar de ser una estrella, sin reclamar atención ni dar escándalos ni decir “me lo merezco” cada vez que le hacía un gol a un equipo modesto. Nos hicimos de Torres cuando dijo que el día más importante de su carrera deportiva fue aquél en que escuchó al Calderón corear su nombre tras fallar un penalti. Nos hicimos más de Torres cuando celebró esa Eurocopa y ese Mundial que casi le cuesta una pierna con una bandera del Atleti, sacando medio cuerpo del autobús para hacerse una foto en Neptuno con la Copa del Mundo entre cientos de camisetas del Atleti porque aquel día fuimos ahí a verle muchos de nosotros, que somos de Torres.
Nosotros, que somos de Torres lo somos por todas estas cosas, que son muchas y distintas pero poco repetibles y altamente inusuales entre los futbolistas modernos. Nosotros, que somos de Torres, somos muchos y somos desde bluesmen aficionados al boxeo a jefes de prensa que esperan niña torrista, desde editores de gran futuro y gran pasado con bigote rubio y olivar podado a oscenses de camisa azul y corazón rojiblanco, brillantes abogados de gafa de pasta y reloj suizo, zaragozanos exiliados en Madrid, madrileños exiliados en busca de tierras verdes con sidra y gallettes, expertos en estadística y ases de la hemeroteca, italianos de Rosario Central, miopes con rebeca, ilicitanos aficionados a las Lambrettas, concejales de cultura, asturianos con porte de ala-pivot, marineros de tierra jerezana, manchegas dispuestas a retar a bolsazos al que ose hacer un chistecito de esos que últimamente se hacen por Internet, flankers con residencia en El Escorial, informáticos escépticos, bloggeros constantes, bloggeras inconstantes, periodistas de grandes y pequeños medios, equilibristas de las ondas, eremitas de Zizurkil y agentes secretos. De Torres somos también quinceañeras enamoradas, mamás que querrían un yerno así, porteros de finca urbana y de discoteca de polígono, vividores, ascetas, monjes benedictinos, filósofos positivistas, intelectuales de gafa gruesa y biblioteca extensa, vendedores de sofás, cocineros vascos, cicloturistas aficionados a la polifonía, ladrones de obras de arte, distinguidos portugueses, zurdos con canas, entomólogos, asesinos del área, investigadores del virus del cólera y gaiteros escoceses; todos esos, todos, somos nosotros, que somos de Torres.
Y nosotros, que somos de Torres, somos de Torres porque debemos mucho a Torres. A Torres le debemos el no habernos fallado nunca, el haber presumido siempre de lo que es él, que es lo mismo que somos nosotros pero con menos regate y zancada. Le debemos el haber salvado una generación de atléticos sin referentes y de habernos dado motivos para el orgullo en tiempos de sequía deportiva y vergüenza institucional. Le debemos las carreras desesperadas que sólo nacían del escudo, el no dudar ante la responsabilidad de echarse a la espalda el inmenso peso de un club histórico en sus horas más bajas. Le debemos los partidos en que corrió por tres y jugó por ocho, los puntos conseguidos gracias a él y sólo a él, los brincos desde el asiento por un remate lejano o un regate en carrera. Le debemos el buen recibimiento en Liverpool, el tener tema de conversación con todos los taxistas de Buenos Aires y la sonrisa cuando vemos su camiseta en cualquier lugar del mundo. Le debemos el orgullo especial de la Eurocopa y la sonrisa y las llamadas y los mensajes entre nosotros cuando volvió a aparecer el escudo en ese autobús descapotado en 2010. Todo eso le debemos a Torres nosotros, que somos de Torres.
Y por eso nosotros, que somos de Torres y que por conocer a Torres esperamos que también triunfe en el Chelsea y en la próxima Eurocopa, tenemos clara una cosa: que nos da exactamente igual que se critique a Torres, que nos da exactamente igual que se digan idioteces sobre Torres, que nos da exactamente igual que se hable de los partidos de Torres sin verlos, que se hable de los números de Torres cuando son malos y se oculten los buenos, que se compare a Torres con medianías. Que nos da igual todo eso porque tenemos claro quién es Torres y lo que Torres significa, y que, de hecho, aún sabiendo que no será así, nos daría exactamente igual si Torres no volviera a meter un gol nunca porque, con lo que ha hecho ya, nos sobra para saber que es un jugador histórico que en cualquier otro sitio sería respetado y venerado. Porque nosotros, que somos de Torres, no necesitamos más motivos para ser de Torres ni necesitamos que demuestre nada más, que estamos orgullosos de Torres y de ser de Torres y que, por encima de todo, nosotros, que somos de Torres, lo que estamos hacia Torres es, sobre todo, eternamente agradecidos.
Nosotros, que somos de Torres, empezamos a ser de Torres en diferentes momentos. Algunos nos hicimos de Torres cuando vimos un chaval con pecas y el pelo a tazón que, banderín en mano, cumplía en partidos de fútbol 7 con los rituales de los capitanes de brazalete verde sobre camiseta de algodón de nuestra infancia. Otros se hicieron de Torres al verle liderar la selección sub-16 en aquel Europeo de 2001, marcando en la final y siendo el mejor jugador del torneo; otros, al verle liderar la selección sub-19 en aquel Europeo de 2002, marcando en la final y siendo el mejor jugador del torneo; otros, más tardíos, se hicieron de Torres al verle marcar el gol de la final de la Eurocopa de 2008, aquél gol picando el balón sobre el portero a pase de Xavi que todos hemos visto mil veces y podemos ver otras cien mil, aquél remate fino dejando atrás a su marcador en un derroche de potencia y clase que, aún cerrando los ojos, podemos describir a la perfección. Algunos se hicieron de Torres en aquel partido al que llegaba cuestionado, como no, y en el que terminó siendo el mejor jugador de la final, dando a España con su gol su primer título importante. Nosotros, que somos de Torres, sentimos especialmente nuestro ese título que marcaba el triunfo de un estilo y de un grupo, de un equipo cuestionado por enfrentamientos cainitas, el triunfo de un entrenador cercano, Luis Aragonés, al que la prensa había linchado durante meses por no cumplir con las expectativas oficialistas y apostar por ser él mismo, sin plegarse a lo que hubiera sido más fácil. Ese mismo año, el de la Eurocopa, hace sólo tres años y pico, Torres había destrozado todos los registros de un debutante en la historia del Liverpool y de la Premier, había recogido premios y marcado goles, había desembarcado en una ciudad sabia en fútbol con el aura de un mesías y había conseguido que nosotros, los de Torres, fuéramos aún más numerosos y aún más orgullosos. Eso sí, no nos hicimos de Torres por ninguna de las cosas descritas en este párrafo, por ninguna de ellas, no.
Nosotros, que somos de Torres, no nos hicimos de Torres por ser un jugador de fútbol extraordinario ni una estrella mundial. Lo que nos hizo hacernos de Torres no fueron sus goles en remates acrobáticos de esos que cuando los mete otro son históricos y sale repetidos en los telediarios pero cuando los mete Torres no, ni su facilidad por clavar en el suelo centrales experimentados con regates imprevisibles, no, no fue eso lo que nos hizo ser de Torres. No nos hicimos de Torres por sus diagonales y galopadas, por sus remates de exterior como aquél de Mallorca, por la espuela ante el Alavés o el puñado de goles increíbles ante el Barça. No nos hicimos de Torres por el gol ante el Betis a pase de Jorge Larena, ni por el gol a Bélgica a pase de Reyes, que tiene guasa la cosa. No nos hicimos de Torres por su clase, su zancada o su enorme repertorio de remates, ni por su decisión a la hora de fajarse con defensas corpulentos sin miedo ni complejos. No nos hicimos de Torres porque fuera mejor goleador español de Primera División dos años seguidos a pesar de jugar en un equipo con jugadores muy por debajo de su calidad y méritos, no. Todo eso son razones suficientes para ser de Torres, sí, pero entonces quizás haya unos pocos jugadores enormes de los que también podríamos ser si fuera sólo por eso. Pero no, no, no fue eso lo que nos hizo hacernos de Torres a nosotros, nosotros, que somos de Torres.
Nosotros, que somos de Torres, tampoco nos hicimos de Torres por llevar la contraria, aunque, no vamos a negarlo, eso ayuda. Ayudó para hacernos de Torres el ver que, desde el principio de su carrera, se le comparaba con jugadores inferiores con camisetas más populares, se subrayaban sus defectos, se magnificaban sus fallos. No nos hicimos de Torres por la rabia que nos daba ver que cada racha de cinco partidos sin marcar se convirtiera en noticia generadora de comentarios jocosos mientras que otros jugadores, depositarios de una fracción mínima de talento de Torres, fueran ensalzados tras meter dos goles a un Segunda B rematando cómodos un balón en el área pequeña. Ayudaron para hacernos de Torres, no lo vamos a negar, las críticas constantes, los deseos de muchos de verle fracasar, la comparación con jugadores de su misma edad y currículum pigmeo tras cinco buenos partidos de estos y una mala racha de Torres. Ayudó el ver cómo se cuestionaba constantemente a un jugador que en otro país sería ídolo nacional, ayudó el ver cómo los medios deseaban una pronta recuperación a compañeros de demarcación en la selección mientras que afirmaban sin reparo que Torres, con una lesión incómoda y sólo veinticinco años, probablemente no volvería a ser el mismo, probablemente tendría que renunciar a su juego de siempre. Ayudan para ser más de Torres las críticas a ciegas, las reflexiones sobre momentos de forma que vienen de gente que obviamente no ve los partidos de Torres, esas afirmaciones audaces de ignorantes y forofos que destilan un odio que únicamente puede tener un origen. Todo eso ayuda a ser de Torres, sí, ayuda, pero no es por eso por lo que somos de Torres, tampoco es por eso, no.
Nosotros, que somos de Torres, vimos con rabia y con pena pero también con comprensión cómo Torres se iba al Liverpool. Nosotros, que somos de Torres, nos quedamos sin faro ni guía y con un poco de angustia, tanto por nosotros, que somos de Torres, como por el propio Torres. Torres se fue a Liverpool por una millonada, con todos los focos sobre él, de la mano de un entrenador que fiaba a Torres todo el crédito de un equipo con un historial impresionante. Cuando Torres fue a Liverpool nosotros, que somos de Torres, entramos en los foros de los aficionados de su nuevo club y contestamos a las dudas, a las suposiciones, a los prejuicios. Entramos, eso sí, sin miedo porque nosotros, que somos de Torres, teníamos ya entonces una fe ilimitada en sus posibilidades y en su talento, pero sobre todo en su compromiso y capacidad de trabajar para el equipo. Va una estrella, sí, dijimos, pero sobre todo va uno más del equipo, el que más corre, el que más busca, el que aprieta más los dientes cuando el resto de compañeros bajan los brazos. Torres, que hizo lo que todos sabíamos que iba a hacer, se convirtió en el ídolo de un estadio experto en pocos meses, rompió récords, trajo el orgullo y la esperanza. Tardó poco en hacerse uno más, en dar su primera rueda de prensa en inglés, en identificarse plenamente con una de las gradas con más historia del fútbol. Nosotros, que somos de Torres, fuimos a Liverpool y nos quedamos asombrados de la devoción que despertaba, aunque luego vimos que sólo se le juzgaba con justicia, justo lo que no se hizo aquí. Gracias a Torres los aficionados del Liverpool, a los que siempre estaremos agradecidos, nos recibieron con los brazos abiertos y la complicidad del que sabe, como uno, que tiene la suerte de ver cada domingo a un fenómeno que juega al fútbol como un ángel y lo vive como un aficionado. Nosotros, que somos de Torres, disfrutamos esa época aunque Torres no jugara en nuestro equipo y siempre tendremos un recuerdo especial para la gente del Liverpool, los que tan bien nos trataron por ser ellos también, como nosotros, de Torres. Pero, eso sí, no es por sus números en Liverpool ni por su salto a la condición de estrella de la Premier por lo que somos de Torres, no, nosotros no.
Nosotros, que somos de Torres, vimos con cierto asombro y también con cierto extraño alivio cómo Torres se iba del Liverpool. El equipo perdía elementos importantes y no parecía levantar cabeza, el tiempo pasaba y el futuro perdía color rojo. Por culpa del fútbol moderno y los inversores extranjeros, por culpa de los proyectos a medio y largo plazo, por culpa de los insuficientes proyectos a corto plazo, Torres decidió irse del Liverpool para buscar un club que ofreciera estabilidad en la parte alta de la clasificación y en la Liga de Campeones, una competición que alguien como Torres no puede ver por la tele. Nosotros, que somos de Torres, lo sentimos por sus seguidores en Liverpool, tan fieles a Torres y tan amables con nosotros, que somos de Torres, porque entendimos que a Torres no le quedaban muchas opciones. Lo sentimos por ellos pero comprendimos lo que empujaba a Torres a cambiar de aires, cruzamos los dedos pidiendo que hubiera acertado, que el equipo fuera lo que necesitaba; que los compañeros le recibieran como uno más y no como la estrella que venía a hacerles sombra, que le dieran balones y no se jugaran todo ellos por no engordar la leyenda del que venía con vitola de estrella mundial. Las cosas, por ahora, no han ido todo lo bien que nos habría gustado. Torres llegó a un equipo en cambio, con un estilo de juego que le va poco, en el que los espacios no abundan y las ocasiones escasean. Torres se encontró en un equipo que transmitía la sensación de estar formado por clanes, con figuras asentadas que deciden lo que ocurre, que no quieren competencia en las alineaciones titulares ni en las fotos de la tienda oficial.
Nosotros, que somos de Torres, hemos visto que Torres lo ha pasado mal en el Chelsea, mientras era mirado con lupa por todo el mundo dado el precio del traspaso; Torres ha marcado pocos goles, se le ha visto incómodo en el campo, poco integrado en un sistema de juego que no es el ideal para sus extraordinarias condiciones. Aún así, Torres ha ido cambiando, se ha ido adaptando. Tras una buena racha de cuatro goles en seis partidos, Torres fue al banquillo en una decisión que no se entiende si no es por la presión que algunos jugadores ejercen sobre el entrenador. Últimamente nosotros, que somos de Torres y hemos visto casi todos los partidos que ha jugado en su carrera, vemos bien a Torres, jugando más de centrocampista de delantero, más de pasador que rematador, más de portor que de trapecista estrella, como ya le pasara en algún momento del pasado. Aún así, Torres no está marcando todo lo que debería, no tiene muchas ocasiones y, en las que le llegan, tampoco tiene ese punto de suerte que lleva al balón un poco más abajo del larguero, un poco más a la izquierda de un poste. Y mientras nosotros, que somos de Torres, vemos las críticas que vienen de gente que no ve ni un partido, que confunde fútbol con goles, que concibe este como una colección de resúmenes de domingo por la noche y no como una sucesión de partidos completos, vemos cómo estos hacen risitas y chascarrillos y pretenden hacer sangre comparando a Torres con jugadores de equipos que juegan con menos presión y más ocasiones, con situaciones incomparables. Pero eso ya sabemos que está ahí porque siempre lo ha estado, lo sabemos bien desde hace tiempo, lo sabemos nosotros, que somos de Torres, y no es la responsabilidad de defender a Torres de las críticas lo que nos hace ser de Torres, tampoco es eso.
Porque a nosotros, que somos de Torres, lo que nos hizo ser de Torres fueron cosas más sencillas y en los días que corren, mucho menos habituales que un gol por la escuadra o un anuncio en Thailandia. Lo que nos hizo ser de Torres fueron carreras para presionar a un rival mientras el resto del equipo se desentendía de la responsabilidad, fue la sensación de que en el campo había uno de los nuestros, tan del Atleti como nosotros, tan de los nuestros como los nuestros. Nos hicimos más de Torres cuando le vimos tan destrozado como nosotros tras un cero seis que no dibujó ni una cara de disgusto en la mayoría de jugadores que por aquél entonces faltaban al respeto a las rayas rojiblancas, porque era el único jugador que hacía a los niños que iban al estadio estar orgullosos de la camiseta maltratada por el club, la camiseta que todos pedimos a los Reyes Magos en cuanto tuvimos la ocasión. Nos hizo hacernos de Torres ver cómo dejaba claro una y otra vez que su sitio estaba entre nosotros aunque no jugase aquí, que Torres, como nosotros, era del Atleti por delante de cualquier otra cosa, que nunca se iría al equipo al que ninguno de nosotros se iría nunca a pesar de que esa frase le iba a pesar como una losa a ojos de la prensa y de la afición más forofa e irracional. Nos hicimos muy de Torres cada vez que le escuchamos hablar, siempre respetuoso con rivales y compañeros, siempre humilde a pesar de ser una estrella, sin reclamar atención ni dar escándalos ni decir “me lo merezco” cada vez que le hacía un gol a un equipo modesto. Nos hicimos de Torres cuando dijo que el día más importante de su carrera deportiva fue aquél en que escuchó al Calderón corear su nombre tras fallar un penalti. Nos hicimos más de Torres cuando celebró esa Eurocopa y ese Mundial que casi le cuesta una pierna con una bandera del Atleti, sacando medio cuerpo del autobús para hacerse una foto en Neptuno con la Copa del Mundo entre cientos de camisetas del Atleti porque aquel día fuimos ahí a verle muchos de nosotros, que somos de Torres.
Nosotros, que somos de Torres lo somos por todas estas cosas, que son muchas y distintas pero poco repetibles y altamente inusuales entre los futbolistas modernos. Nosotros, que somos de Torres, somos muchos y somos desde bluesmen aficionados al boxeo a jefes de prensa que esperan niña torrista, desde editores de gran futuro y gran pasado con bigote rubio y olivar podado a oscenses de camisa azul y corazón rojiblanco, brillantes abogados de gafa de pasta y reloj suizo, zaragozanos exiliados en Madrid, madrileños exiliados en busca de tierras verdes con sidra y gallettes, expertos en estadística y ases de la hemeroteca, italianos de Rosario Central, miopes con rebeca, ilicitanos aficionados a las Lambrettas, concejales de cultura, asturianos con porte de ala-pivot, marineros de tierra jerezana, manchegas dispuestas a retar a bolsazos al que ose hacer un chistecito de esos que últimamente se hacen por Internet, flankers con residencia en El Escorial, informáticos escépticos, bloggeros constantes, bloggeras inconstantes, periodistas de grandes y pequeños medios, equilibristas de las ondas, eremitas de Zizurkil y agentes secretos. De Torres somos también quinceañeras enamoradas, mamás que querrían un yerno así, porteros de finca urbana y de discoteca de polígono, vividores, ascetas, monjes benedictinos, filósofos positivistas, intelectuales de gafa gruesa y biblioteca extensa, vendedores de sofás, cocineros vascos, cicloturistas aficionados a la polifonía, ladrones de obras de arte, distinguidos portugueses, zurdos con canas, entomólogos, asesinos del área, investigadores del virus del cólera y gaiteros escoceses; todos esos, todos, somos nosotros, que somos de Torres.
Y nosotros, que somos de Torres, somos de Torres porque debemos mucho a Torres. A Torres le debemos el no habernos fallado nunca, el haber presumido siempre de lo que es él, que es lo mismo que somos nosotros pero con menos regate y zancada. Le debemos el haber salvado una generación de atléticos sin referentes y de habernos dado motivos para el orgullo en tiempos de sequía deportiva y vergüenza institucional. Le debemos las carreras desesperadas que sólo nacían del escudo, el no dudar ante la responsabilidad de echarse a la espalda el inmenso peso de un club histórico en sus horas más bajas. Le debemos los partidos en que corrió por tres y jugó por ocho, los puntos conseguidos gracias a él y sólo a él, los brincos desde el asiento por un remate lejano o un regate en carrera. Le debemos el buen recibimiento en Liverpool, el tener tema de conversación con todos los taxistas de Buenos Aires y la sonrisa cuando vemos su camiseta en cualquier lugar del mundo. Le debemos el orgullo especial de la Eurocopa y la sonrisa y las llamadas y los mensajes entre nosotros cuando volvió a aparecer el escudo en ese autobús descapotado en 2010. Todo eso le debemos a Torres nosotros, que somos de Torres.
Y por eso nosotros, que somos de Torres y que por conocer a Torres esperamos que también triunfe en el Chelsea y en la próxima Eurocopa, tenemos clara una cosa: que nos da exactamente igual que se critique a Torres, que nos da exactamente igual que se digan idioteces sobre Torres, que nos da exactamente igual que se hable de los partidos de Torres sin verlos, que se hable de los números de Torres cuando son malos y se oculten los buenos, que se compare a Torres con medianías. Que nos da igual todo eso porque tenemos claro quién es Torres y lo que Torres significa, y que, de hecho, aún sabiendo que no será así, nos daría exactamente igual si Torres no volviera a meter un gol nunca porque, con lo que ha hecho ya, nos sobra para saber que es un jugador histórico que en cualquier otro sitio sería respetado y venerado. Porque nosotros, que somos de Torres, no necesitamos más motivos para ser de Torres ni necesitamos que demuestre nada más, que estamos orgullosos de Torres y de ser de Torres y que, por encima de todo, nosotros, que somos de Torres, lo que estamos hacia Torres es, sobre todo, eternamente agradecidos.
Carlos Fuentes
20 comentarios:
Mis gracias y felicitaciones a Carlos Fuentes por este GRAN artículo. Excelente.
Explica perfectamente lo que es el sentimiento torrista, obviamente también el de los colchoneros, pero sabemos que hay mucha gente que no es atletica y es torrista como ninguna ( yo por ejemplo ) no tengo palabras más palabras simplemente me encanta y firmo cada palabra.
Uff... Quiero conocer a Carlos Fuentes. Hacia mucho que no me emocionaba leyendo un articulo, pero cuando ha tocado el tema del atleti, no he podido evitaremocionarme. Hay veces que pienso ¿Por que soy Torrista? Pero creo que esta taaaan bien explicado en este articulo, porque le debo mucho y por que efectivamente le estoy realmente agradecida por todo. Y yo me sentia la unica estupida del mundo que sonreia al pasear por Paris y ver una camiseta del Niño, o viajar a Amsterdam y verla alli tambien... me alegra saber que a cada Torrista le pasa lo mismo, que cada colchonero siente lo que yo siento y que hay gente que valora a Fernando Torres. Que como dice el articulo, en otro lugar o con otro nombre, Torres hubiese sido venerado e hubiese sido idolo de muchos... y no entiendo porque se le trata así y no quiero pensar que es por ser rojiblanco, a pesar de que cada día voy cayendo en la cuenta de que realmente es por eso, por ser quien es y por representar lo que representa...
Muy buen articulo, como dice Davinia, firmo cada palabra.
Si te preguntas porque eres torrista siendo colchonera imagina los que no lo somos!! jajajaj es difícil explicarlo y muchas veces parece que tenemos hasta que pedir perdón por serlo, porque a los colchoneros se los entiende ya que Torres es uno de ellos pero el resto? no se nos entiende y es así y me fastidia.
Lo único que puedo decir es que con Torres yo aprendí a ver el fútbol como algo más, sus valores,sus ideas, sus sentimientos, su forma de jugar de marcar goles a mi me lleno de tal manera que han pasado muchísimos años y cada vez lo admiro más.
Y sí no soy una rojiblanca más pero sin quererlo o queriendo no sé, le he procesado cariño y respeto al club del que para mi es un ídolo, después de todo yo lo empece a seguir cuando el apenas empezaba en ese club y ahí Torres ya me demostró quién era y no me ha defraudado años después.
Lo importante es que independientemente de los colores que cada uno tenga, hay un sentimiento y es el torrista y todos lo sentimos por igual. Una pena que no se nos entienda, pero ya nos da igual estamos acostumbrados a ello y vamos a seguir al niño digan lo que digan. Porque ser torrista es muy grande y mientras más se le quiera machacar más le seguiremos.
Que agusto me he quedado ahora.
Yo te entiendo Davinia, y entiendo y me gusta que gente ajena al Atleti le aprecie, le quiera, le defienda... tambien te digo que me gustaría que sintieses lo que sentimos los rojiblancos y sólo, por desgracia, nosotros podemos sentir respecto al tema Torres-Atleti. Desde fuera puede gustar, puede admirarse, idolatrarse... pero hay que sentirlo como rojiblanco. Ehhhh y no dudo de ti y se que sientes mas que muchos atleticos!! muaua
grandisimoo ARTICULOOO Y QE VIVAN LOS TORRISTAS!!!!!..xcierto donde sale publicado??
Porque viene de ti entiendo eso último Alex pero mucha gente han intentado hacerme ver que mi sentimiento por él siempre será inferior al de cualquier atlético y yo no estoy para nada de acuerdo, no entenderé eso que sentís vosotros eso es verdad pero no me siento menos torrista por eso, me he enfrentado a los de mi propia afición por defenderlo sabiendo que más palos me van a dar pero siempre me ha dado igual.
Excelente el artículo, sin palabras me ha dejado. No puedo más que darle la enhorabuena y las gracias a su autor por saber plasmar con tanta precisión y de una forma tan bonita lo que tantos sentimos...
Y de Torres qué decir que no haya dicho ya el texto. No nos tiene que demostrar nada porque nos sobran los motivos para seguirlo. Él nunca nos ha fallado y nosotros tampoco lo haremos, aquí estaremos siempre.
Apenas comento pero cuando veo que dejáis estos textos tan preciosos no puedo evitar decir algo. Una vez más gracias por traerlos hasta aquí, no soy de las que anda redes sociales ni nada por lo tanto no me entero de todo lo que quisiera, pero gracias a vuestro blog me puedo enterar de muchas cosas de mi ídolo y leer textos como los de hoy, que a medida que iba avanzando mi lectura me iban saliendo lágrimas. Define perfectamente todo lo que sentimos los torristas sean colchoneros o no, pero yo como una de ellas me siento que no puedo expresarlo con palabras.
Daviniaaa aunque no seas una rojiblanca creo que el que te lee sabe perfectamente que llevas el sentimiento torrista tan adentro como el resto, el que no lo vea está ciego. Y da igual del equipo que seas.
Eres una de las pocas personas que he conocido que alaba a Torres con multiples argumentos y todos son ciertos.
Yo sigo a Torres desde el 2002 y sí tienes razon aunque no meta ningun gol mas en toda su carrera futbolistica me daria igual porque Torres no tiene que demostrar nada.
Viva el sentimiento torrista y Fernando Torres.
Hola! Siempre os leo y en pocas ocasiones escribo... Es un articulo magnifico. Y quiero agradecer a los redactores su labor. O'neil y Davinia comentan mucho y narf de vez en cuando, aun así dejáis un atisbo de vuestra personalidad. Y que decir de vosotros, narf siempre es elegante con sus comentarios, davinia escribe a veces de forma exagerada pero espontanea y eso dice mucho de ella y O'neil siempre es comedida, sincera y veraz, cuanto te leo, me creo lo que dices, lo trasmites. Se que hay más redactores, pero a penas los he podido leer. Todos aportáis algo a este blog que desde hace tanto sigo. Gracias por dejar esta clase de artículos, nos animan a todos a seguir apoyando a Fernando Torres.
H.
Gracias por leernos Anónimo H, un placer leer comentarios así. Me alegro que os gusten las publicaciones y os animo a que comenteis vuestras opinioness.
Un saludo.
"Yo, que soy de Torres..." (pero no colchonera) me siento identificada con el artículo (genial, por cierto!).
Algo que siempre me llamó la atención es que fuera CAPITÁN de un equipo y echárselo a la espalda siendo tan joven... para un chico de 19 años tiene mucho mérito!
Llevo años siguiendo sus pasos y la verdad es que nado a contracorriente. Es verdad que parece que haya que justificarse por seguirle, siendo él un "indio" y yo una "vikinga", pero nadie tiene que decirme a quién tengo o no tengo que seguir, o que miren con recelo por el hecho de ser de Torres.
En este país nuestro, la memoria selectiva la llevamos por bandera, olvidamos pronto y además somos envidiosos (el deporte nacional por excelencia). Haga lo que haga Fernando, estará mal. Es una constante en su carrera... Hablando con una amiga, le comenté que España no se merece un jugador como Torres. Él es uno de los grandes nombres fuera de nuestro país y no se hace más que echarle m*erda encima a la mínima oportunidad. Es una pena y da rabia, mucha rabia.
Ladran, luego cabalgamos. El sentimiento hacia Torres es universal :)
Tengo una alumna que es colchonera de varias generaciones y cuando le saco el tema de Torres, le sale un brillo en los ojos especial. Y también tengo un alumno que no es colchonero y que también es torrista y se le pone la misma cara de admiración cuando hablamos de Torres.
La admiración por Torres no es exclusiva de los atléticos, pero los afionados colchoneros es normal que se sientan orgullosos de haberle dado la vida, futbolísticamente hablando.
Un saludo a todas y todos
David B.
H gracias por tú comentario, si te animas nos encantaría verte por aquí comentado más. Y si algo exagerada e impulsiva lo soy y aveces hablo más desde el corazón que de la cabeza y sin pesarlo demasiado, que le vamos hacer yo soy así :P
A H y a todos os animo!!!
Me encanta el blog y que dejéis estos artículos, me he quedado sin palabras al leerlo, felicidades para el autor.
Y a los redactores gracias por hacer posible un blog tan bueno como esté, a mi me gusta más que su web. A mi me encanta todos vuestros comentarios, pero he de decir que los de Davinia me pueden y me hacen reír mucho. Se ve que eres impulsiva y que pocas veces piensas lo que dices, pero eso está bien porque hablas desde el sentimiento y da gusto leer comentarios como los tuyos por lo menos para mi. Se nota tú devoción por Torres, sigue así, y al resto también se nota que todos sois grandes torristas.
Que manera más bonita de expresar lo que es el sentimiento Torrista, perfecto.
Para mi todos los redactores son muy buenos, se les ve diferentes y eso me gusta. Grandes defensores de Torres.
Fernando Torres es simplemente un orgullo para todo el futbol español, y muy especialmente para el sentimiento colchonero. Tiene algo que muchos futbolistas ignoran o desprecian: verguenza torera. Ahora solo se escribe y se comenta que no está para la selección, y yo me pregunto ¿todos los que van están para ir?. Lo que ocurre es que a algunos se les mira con lupa y a otros no. Pero no importa. Fernando Torres siempre será un referente, siempre.
Hola a todos, la verdad es que me sorprende y alegra ver a tanta gente Torrista, para mi es el mejor ejemplo de lo que debe ser un futbolista que puedo poner a mis hijos, ya que incluso entre aficionados del Atleti, los menos gracias a Dios, Torres es ninguneado y comparado con medianias, como dice Carlos Fuentes, cada vez que saco su nombre acabo discutiendo, civilizadamente, con todos o casí todos con los que este hablando y esto es, reconocido por aficionados del Madrid, por haber despreciado las ofertas que le hizo el Madrid en varias ocasiones y haberse mantenido fiel a unos colores.
Yo solo espero poder volver a verle corriendo, con esa zancada suya, por el Calderón con la camiseta rojiblanca pronto, eso sería la mejor noticia que me podrian dar como abonado desde hace 25 años del Atleti, incluso mas que ganar por ejemplo la Europa League del 9 de mayo
un saludo a todos
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