viernes, 1 de junio de 2012

Con los grandes jugadores hay que andarse con cuidado

Lo que son las cosas, descartado Soldado y mandado Adrián a la guerra de Bretaña, todo parecía decidido: Llorente, Negredo y Torres. La única duda era si Negredo iba por delante del bilbaíno, más que nada por lo fundido que pueden llegar los de Bielsa, que les ha reventado a base de bien.

Así que Fernando Torres apareció por un resquicio de la lista entre el clamor popular. Que dónde iba, que si niño mimado, que si todavía le estaban pagando el gol de Viena, que si patatín y patatán. Vamos, que había venido como un favor personal.

Pero hete aquí que de eso nada. Con los grandes jugadores, con todos los grandes, hay que andarse con cuidado, como con los clubes históricos. Nunca, nunca de los nunca, hay que darles por muertos, porque se acaban levantando antes o después y te pintan la cara de colores.


Así que llegó Torres a tierras austriacas junto a Mata, que parecían el punto y la i, y aquello fue Troya. Ya se les veía algo sospechoso en la mirada, brillante, con los ojos chiribitas, y pensamos que sería por lo de la Champions. Pero fue ponerse el balón en juego y que va, era mucho más que eso: un estado físico portentoso, una frescura y una vitalidad tremenda, en los dos, corriendo como posesos, sin un atisbo de cansancio.

Lo de Torres fue tremendo. En el segundo entrenamiento marcó el "gol ante Alemania" pero con rivales diferentes. Por el lado contrario por el que se lo hizo a Lahm, se lo hizo a Arbeloa y a Casillas. Un balón largo al que no llegaba y de pronto metió un arreón final, de sprinter, y en dos zancadas superó a Álvaro y cuando salía Íker metió la puntita de la bota para levantarla y clavársela al palo contrario. De cine.

Torres está que se sale y cuando está bien es un jugador a tener en cuenta, porque busca como nadie la espalda de los defensas, porque abre huecos, se escora a los costados y deja boquetes para los enanos. Y si tiene confianza hasta encuentra puerta.

JOSÉ MANUEL CUÉLLAR