Disculpa, ¿te acuerdas, Fernando? Pues que no te lo olviden, que no te lo estercolen. Volverá aquella infinita carrera en la que atornillaste a Lahm. Volverá en miles de conversaciones que aún no se han producido. Porque nos has hecho muy felices. Ingrato el que lo niegue.
Te equivocaste, sí, pero eso se sabe siempre después. Te equivocaste al cambiar Anfield, donde eras querido, por un club azul, metálico, semi-artificial. No casaba contigo. Tú eres un hombre de gradas fuertes. Y en The Kop se te amaba. Como en tu Calderón, donde hoy se te defiende contra la evidencia de que, como todos, porque la vida es así, no rindes con 30 como rendías con 20. Vaya cosa. Han descubierto la pólvora.
No tiene la consideración de antaño como delantero de referencia. El Milan y él no han congeniado deportivamente.
Claro que no eres el mismo. Ninguno lo somos. Lo cierto es que el Chelsea y tú eráis una de esas parejas artificiales, que se buscan por conveniencia. Y eso nunca sale bien. Desnudos pero extraños, como diría el maestro. Ellos nunca te quisieron y tú, no nos engañemos, sabías que era un amor de fin de semana. ¿Hubiera podido ser distinto? Quizá sí. Pero desde el debut se vio que la cosa no iba a salir bien. Te estrenaste contra tu Liverpool, para el que habías marcado 72 goles. Creo que en ese momento ya supiste que te quedaba mejor el rojo. Y no jugaste bien. Lo sabes tú, no hace falta insistir en ello. La prensa inglesa hizo sangre: “un fracaso de 50 millones de libras” (The Sun), “Torres siente el desprecio de los ganadores” (The Times)… y así. Parece que te tuvieran ganas. Como aquí te las tenían, te las tienen, muchos. ¿Por qué? Quizá porque les hiciste felices. Y eso no te lo perdonan. Un atlético les dio el primer gran título de España en mucho tiempo. Qué faena, habrá que disimular.
Pero ahí estaban, agazapados, esperando la ocasión para atacarte. Y, aunque ganaste mucho con el Chelsea, aunque levantaste Champions, Europa League y F.A. Cup, se centraron en insistir en tus tiros mojados, en tus malas estadísticas. En que cada gol te costaba mil esfuerzos. Y es verdad, hay que reconocerlo, marcaste pocos. Apenas uno en tu primera media temporada. Uno en 18 partidos. Volviste con ilusión en agosto. Con ilusión por arreglar algo que ya estaba roto. Apenas 5 goles en la Premier en esa segunda temporada. Pero aquí los atléticos nos partíamos (y seguimos haciéndolo) el verbo por ti en la barra de cualquier bar, ante cualquier resentido que no soporta que seas el segundo goleador histórico de la selección, que acumules más de 100 internacionalidades o que tengas el récord de ser el único jugador de la historia en marcar en dos finales de Eurocopa seguidas.
Pero volvamos al Chelsea. Levantaste la Champions ese año pero pocos se acuerdan de que ese empate de Drogba en el minuto 90 llegó gracias a una galopada tuya que acabó en el córner milagroso. Siempre atado a la velocidad, barnizado de potencia. Esas han sido tus virtudes. Te han faltado otras es cierto. Por ejemplo: gritarle al mundo que tu sueño era jugar en el Madrid. Esa es una gran “virtud” que te facilita las cosas. En fin.
Tu tercer año fue algo más lustroso: 8 años en la Premier, 22 en el total de las competiciones, gol en la final de la Europa League contra el Benfica… pero nada, no se iba la sensación de espesura. El aire denso. La crítica constante en cuanto no te salía el gesto. ¡¡Qué paren las rotativas, Torres ha vuelto a fallar!! Y sonrisas de suficiencia.
¿Pero qué hacías en el Chelsea? ¿Por qué te quedaste aún un cuarto año? ¿Qué necesidad tenías de soportar al de Setúbal? Siempre una última oportunidad. Siempre un volver a intentarlo. Porque eres luchador. Porque te molestaba no triunfar, como siempre triunfaste. En el Atlético y en el Liverpool nadie dudó. Pero, claro, ahí estabas entre los tuyos. Y esos de azul… esos de azul no tienen nada que ver contigo. Tú eres de Fuenla, Fer, ¿Qué hacías ahí? Perdiste el año con Mourinho y en verano volviste a equivocarte.
Algunos aficionados rojiblancos y reds suspiran con las mejores cabalgadas del ‘Niño’ o ‘The Kid’.
Italia, Milán. Nada es lo que era, Fernando. Ni San Siro, ni el Milan (sin tilde si hablamos del club; sin tilde, sí, pues lo fundaron unos ingleses), ni la propia Italia. Nada es lo que era y tú, ahí, tampoco. Y una vez más, te está costando. Inzaghi ha decidido que no. Y va a ser que no, Fernando. Una vez más, no estás entre los tuyos. Pero aquí te defendemos todavía. Con gol o sin gol, con velocidad o sin ella. Eso no son más que cosas tangibles.
Y lo nuestro es una cuestión de sentimientos.
Juan Estaban Rodríguez.
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