lunes, 8 de febrero de 2016

Fernando Torres, el amor existe

Imposible explicar cómo tiembla el Calderón cuando es Torres quien lo acaricia, cuando es Fernando quien les mira a los ojos y les susurra que les quiere, que siempre estará ahí para ellos, que pase lo que pase nunca dejará de ser su 'niño'. Imposible no temblar ante el amor verdadero, escaso en el fútbol, entre una hinchada y su hijo, entre todos y uno, que marcó, por fin, el gol número 100. Imposible igualar la generosidad de quien no necesitaba ese número, ni ningún otro, para seguir amando. No necesitaba la afición del Atlético ningún gol más de su niño y sin embargo lo celebró como si fuera el primero. No necesitaba Torres ningún gol más para tener el cariño de los suyos y sin embargo sacó una camiseta con el número 100, se la regaló a la grada, y la suya...

La suya, caramba, se la dio Torres a Manuel Briñas, un hombre mayor apoyado en su muleta, caminando por detrás de la portería del Fondo Sur, anónimo, pequeño, anciano. Hasta él se fue Fernando y se la quitó, la camiseta, y se la dio, y le abrazó, y le besó, y le susurró algo al oído que, seguramente, fue lo más bonito del mundo. Seguía el Calderón temblando, llorando por sentir que de algún modo esto se acaba, porque sabe que, aunque no lo pareciera, quizá este gol 100 fuera uno de los últimos grandes momentos de amor que le quedan al Atlético, a Torres y al fútbol. Briñas fue quien acogió a Fernando en el Atlético, el que le abrió las puertas, y un tipo que después ha ganado un Mundial, dos Eurocopas, la Champions y a saber cuántas cosas más, un tío con más millones que años fue a por Manuel porque sabe que todo empezó con él, y que por mucho que pase el tiempo, olvidar de dónde se viene es el peor sentimiento posible.

Eduardo J. Castelao ( EL MUNDO)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Preciosoo!!!